Resinas: Introducción a las extracciones
La planta del Cannabis lleva acompañándonos desde hace más de diez mil años; la hemos utilizado como alimento, como fibra para la creación de vestimenta, cuerdas y papel, moneda de cambio, ha tenido un papel iniciático en la tradición espiritual y por último, pero no menos importante, como medicina. Sus flores cargadas de resina han sido utilizadas en casi todas las culturas hasta que llegó el prohibicionismo. Dejó de tratarse como una planta más que los agricultores pudieran cultivar, cosechar y conservar, y la sociedad empezó a estigmatizarla.
La resina se forma en la planta hembra del Cannabis unos diez días después de que empiece su fase de floración, y es la materia de la que se constituyen los tricomas. En la resina encontramos con mayor abundancia uno de los cannabinoides más conocidos por todos, el delta-9-tetrahidrocannabinol (Δ9-THC), al que siguen en menor medida el CBD, CBN, entre otros, así como terpenos. Para conservar los principios activos de la resina de la planta existen diferentes formas de extracción, desde las más tradicionales a las nuevas técnicas modernas.
Antiguamente se conocían dos técnicas principales de extracción de resina o realización de hachís de la planta de marihuana. Ambas hoy en día siguen utilizándose en ciertas zonas geográficas y tienen mucho valor para algunos de los fumadores más sibaritas:
La técnica manual, o charas. A la hora de recolectar el cannabis – si eres cultivador o alguna vez has grindado un cogollo con tus dedos sabrás a que nos referimos perfectamente -, los agricultores se dieron cuenta de que con los pegajosos restos de sus manos podían amasar bolitas resinosas con la parte más importante de la planta; sus tricomas. Este método ha sido muy usado en la India y Nepal, donde tradicionalmente un trabajador podía hacer unos cincuenta gramos de charas durante su jornada. No es una tarea fácil por lo que esta técnica no es muy utilizada hoy en día en España, pero sí que es muy conocida por todos.
La otra técnica tradicional es el tamizado, más conocida – si cabe – que la anterior. Es originaria de Marruecos, Líbano y Afganistán y se pueden emplear distintas herramientas para su proceso. Al contrario que el método manual, este se centra en producir la mayor cantidad de resina en poco tiempo; lo que muchos consumidores critican de esta producción a gran escala porque siempre hay algún resto de materia vegetal que afecta a la calidad final de la extracción. El proceso básicamente consiste en sacudir las plantas en seco sobre unos tamices para que los tricomas – glándulas de resina seca que recubren los cogollos – caigan. El polvo o polen resultante se amasa en frío para obtener el acabado conocido como polen marroquí, o se prensa en caliente para elaborar el costo.
Gracias a la reciente legalización del cannabis y sus derivados en Estados Unidos – impulsor de la prohibición – así como la aceptación de las propiedades terapéuticas de la planta, cada vez hay más preocupación y afán por obtener el producto más sano y limpio posible, así como incrementar los sabores y la potencia de los preparados.
Cada día son más los consumidores de marihuana que aceptan que la combustión – fumarse un canuto – no es la manera más indicada de beneficiarse de sus efectos por lo que el sector de las extracciones está creciendo favorablemente.
La obtención de concentrados de resina – realizados de manera profesional – elimina casi por completo la clorofila, materia vegetal y otros componentes dañinos que consumimos a la hora de fumar.
Hoy en día es una moda en muchas partes del mundo – de hecho existen ya varias Copas Cannábicas especializadas en concentrados, como la Dab-a-Doo -,.pero sobre todo en Estados Unidos. Y al igual que se hizo con el 420 y la marihuana, los aficionados a las extracciones han elegido el 710 como su número, siendo el día diez de julio un día festivo para los amantes del BHO en todas sus formas – Budder, Shatter, Wax, Honey…-. 710, mirado al revés, es OIL – aceite en inglés -.
Para empezar a distinguir entre tipos de extracciones, lo primero es catalogarlas en dos clases; con o sin disolventes. En las extracciones con disolventes – como el butano o el etanol, entre otros -, también denominadas extracciones químicas, se aprovechan las propiedades de los mismos para disolver la resina, mientras que, si no se utiliza ningún medio para ello, la separación de la resina del material vegetal tendremos que realizarla nosotros, utilizando un proceso mecánico para su extracción, las conocidas como extracciones mecánicas.
El auge de dispensarios y asociaciones cannábicas ha abierto un mercado nuevo donde el dab sustituye al porro y el oiler al bong, siendo – porque no decirlo – un método más inocuo – pulmonarmente – a la hora de disfrutar de los efectos que nos gustan de la planta de cannabis. Estos establecimientos suelen tener un control estricto de la calidad del producto que dispensan, sometiendo a estos nuevos concentrados a pruebas de análisis no sólo de cannabinoides, si no de metales pesados, residuos de solventes, plagas, hongos, etc… El dab o dabbing es el consumo de concentrados mediante una pipa de agua, que puede recibir diferentes nombres dependiendo de su forma – bubbler, recycler,… – y una pieza – preferiblemente de titanio, borosilicato o cerámica – denominada nail o clavo, donde se deposita la resina una vez se ha calentado a alta temperatura para permitir vaporizar la extracción. Estas pipas de agua son muy parecidas a un bong y su mecanismo de uso es básicamente el mismo, la diferencia reside en que mientras con un bong, combustionamos, con un oiler, vaporizamos.
Los tiempos cambian, y con ellos, las costumbres; En esta sección que inauguramos, conoceremos cada tipo de extracción en detalle y nos pondremos al día de la nueva tendencia del mundo del cannabis.
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